1 octubre 2023

Socioanálisis

Pensando y recorriendo la vida cotidiana

APRENDER A AMAR: Enseñanzas de OSHO

Una vez más me llegan las enseñanzas de Osho, en este caso centradas en Enamorarse conscientemente y relacionarse sin miedos. Esta «lección» arranca, desde la pregunta de una mujer, de una seguidora en torno al amor, a la poligamia, a la monogamia. Sin duda un texto que se presta a la reflexión, el debate y la discusión. Transcribimos el integro con la pregunta y respuesta correspondiente.

Pregunta:

Mientras estoy enamorada de un hombre, nunca me atrae otro, pero a él no le ocurre lo mismo. A pesar de que está feliz y satisfecho y de que quiere mantener esa relación conmigo, cada pocos meses tiene breves aventuras. Comprendo que la naturaleza del hombre y de la mujer son distintas. También comprendo que todas las relaciones amorosas tienen sus altibajos. A pesar de ello, no puedo evitar entristecerme. Yo le dejo bastante cuerda. Mis amigos me dicen que estoy siempre tan disponible, que él da por hecho que yo estaré siempre ahí y que, por tanto, pierdo mi amor propio. Estoy un poco confusa, yo no espero nada de él. Por favor, ¿te importaría comentar algo al respecto?

En tu pregunta hay varias cuestiones. En primer lugar, estás confundida en lo referente a la naturaleza del hombre. Tú crees, como mucha gente en el mundo, que el hombre es polígamo y la mujer es monógama, que la mujer quiere vivir con un hombre, amar a un hombre, consagrarse y dedicarse totalmente a un hombre, pero que la naturaleza del hombre es diferente. Él solo quiere amar a otras mujeres, al menos de vez en cuando.

La realidad es que ambos son polígamos. La mujer ha sido condicionada por el hombre durante miles de años para que crea que es monógama. El hombre ha sido muy astuto, ha explotado a la mujer de muchas maneras. Una de ellas es haberle estado diciendo constantemente que los hombres son polígamos por naturaleza. Todos los psicólogos y los sociólogos están de acuerdo en que los hombres son polígamos, pero ninguno de ellos dice lo mismo de las mujeres.

Yo creo que ambos son polígamos. Si la mujer no se comporta como lo haría alguien polígamo es debido a su educación, no a su naturaleza. Ha estado tan absolutamente condicionada durante tanto tiempo, que el condicionamiento ha penetrado en su sangre, en sus huesos, en su médula. Durante siglos la mujer ha dependido económicamente del hombre y el hombre ha cortado sus alas, ha mermado su libertad, ha minado su independencia. Ha cargado las responsabilidades de la mujer sobre sus hombros, mostrando mucho amor y diciendo: “No debes preocuparte de ti misma, yo me ocuparé de todo”. Pero en nombre del amor se ha apoderado de la libertad de la mujer. Durante siglos, a la mujer no se le permitía que se educara, que estuviera preparada para ejercer ningún oficio, que tuviera ninguna habilidad, tenía que depender económicamente del marido. Él le ha robado incluso su libertad de movimiento, no se podía mover libremente como lo hacía el hombre, estaba confinada en la casa, su casa era prácticamente su prisión.

Además, sobre todo antiguamente, siempre estaba embarazada, porque de cada diez niños solían morir nueve. Para tener dos o tres niños que sobrevivieran, la mujer tenía que estar continuamente embarazada, durante toda su época reproductiva. Una mujer embarazada se vuelve aún más dependiente económicamente, el hombre se convierte en el que se ocupa de ella. El hombre era culto, la mujer era totalmente inculta. Se la mantenía ignorante porque el conocimiento es poder, por eso se privaba a las mujeres de conocimiento. Y como es un mundo de hombres, todos han estado de acuerdo en mantener a la mujer esclavizada.

Se le ha dicho que por naturaleza es monógama. No había ninguna mujer psicoanalista ni socióloga para refutar este argumento y plantear que, si el hombre es polígamo, ¿por qué iba a ser la mujer monógama? El hombre abrió el camino a su poligamia creando la prostitución. Antiguamente se daba por sentado que ninguna mujer tenía nada que objetar si su marido visitaba a alguna prostituta de vez en cuando. Se consideraba que era algo natural en el hombre.

Yo os digo que ambos sois polígamos. La existencia es polígama, tiene que ser así, la monogamia es un aburrimiento. Por muy guapa que sea una mujer, por muy guapo que sea un hombre, te cansas, siempre la misma geografía, la misma topografía, ¿hasta cuándo vas a tener que ver la misma cara? A veces ocurre que pasan los años y el marido no ha mirado atentamente a su mujer ni siquiera durante un segundo.

En el nuevo mundo no debería haber matrimonio, solo amantes. Pueden permanecer juntos mientras les apetezca estarlo, pero en cuanto sientan que ya llevan juntos demasiado tiempo, vendrá bien un cambio. No es necesario entristecerse, no es necesario enfadarse, solo aceptar profundamente la naturaleza porque, si has amado a ese hombre o a esa mujer, deseas concederle toda la libertad posible; si no puedes concederle libertad, no es amor.

Tú dices: “A pesar de ello, no dejo de entristecerme, yo le dejo bastante cuerda”. La misma idea es equivocada; ¿acaso tu novio es un perro para que le pongas una cuerda? Tú no puedes dar libertad, la libertad es un derecho de todo ser humano. La misma idea “le dejo bastante cuerda”, quiere decir que todavía tienes la cuerda en la mano, tú eres quien da la libertad.

Tú no puedes dar la libertad, lo único que puedes hacer es aceptar la libertad de la otra persona. No debes tener un cabo de la cuerda en la mano mientras contemplas cómo el perro hace pis en ese árbol o hace pis en aquel otro. ¿Crees que eso es libertad?, no, esa es una idea equivocada. La otra persona tiene su libertad, tú tienes tu libertad. Ni él ni tú necesitáis tener un cabo de la cuerda en la mano, pues si no ambos estáis encadenados: su cuerda será tu cadena, tu cuerda será su cadena. Pero tú consideras que le estás dejando “bastante cuerda”, ¡crees que estás siendo muy generosa!

La libertad no es algo que haya que dar a la otra persona. La libertad es algo que hay que reconocer como un derecho de la otra persona. La libertad de la persona a la que amas no te hará daño, te hace daño porque no utilizas tu propia libertad. No es su libertad la que te hace daño, lo que te hace daño es que durante siglos de mal condicionamiento has estado incapacitada, no puedes utilizar tu propia libertad. El hombre se ha apoderado de toda tu libertad, ese es el auténtico problema. Tienen que devolverte la libertad y no te herirá; de hecho, disfrutarás de ella. La libertad es una experiencia muy dichosa. Tu amante disfruta de libertad, tú disfrutas de libertad, os encontráis en libertad, partís en libertad y puede que la vida vuelva a reuniros.

Si tu pareja se interesa por otra mujer, no significa que ya no te ame, solo significa que desea un cambio de sabor. De vez en cuando te apetece ir a una pizzería y eso no significa que hayas renunciado a la comida de siempre, pero variar de vez en cuando no tiene nada de malo. De hecho, después de ir a la pizzería, volverás a tu mesa mucho más feliz. Te llevará unos días olvidar la experiencia y después llegará un día en el que volverás a tener ganas de comer pizza. Esas aventuras no tienen demasiada importancia, no se puede vivir únicamente de pizza.

Las parejas que se aman deberían tener de vez en cuando alguna aventura amorosa. Esas aventuras renovarán su relación, la refrescarán. Apreciarás de nuevo la belleza de tu mujer. Puede que empieces a tener fantasías, soñarás con volver a tener a tu mujer. Te darás cuenta de que antes no la entendías bien, esta vez la entenderás. Y lo mismo ocurre con tu marido.

En mi concepto de una comunidad amorosa, la gente será completamente libre de decirle a su pareja: “Me gustaría tener dos días de vacaciones, pero tú también eres libre, no hace falta que te quedes en casa carcomiéndote”. Si prefieres meditar, es otra posibilidad; si no, recuerdas que hace mucho tiempo que te interesa la mujer del vecino. La hierba del otro lado, llevabas tanto tiempo queriendo explorarla… ¡y ahora tu mujer te está dando la oportunidad! Deberías decirle: “¡Eres maravillosa! Vete de vacaciones y disfruta. Yo me voy a casa del vecino, allí la hierba es más fresca”. Dentro de dos días te darás cuenta de que la hierba es hierba y de que tu jardín era mucho mejor.

Sin embargo, hace falta una experiencia real y cuando, después de dos días, volváis a encontraros, será el inicio de una nueva luna de miel. ¿Por qué no tener lunas de miel cada mes?, ¿por qué conformarse con una sola luna de miel en toda la vida?, es extraño y totalmente artificial. El amor no es algo malo o demoníaco, no tienes por qué impedirle a tu mujer que ame a otra persona, solo es algo divertido, no hay de qué preocuparse. Si quiere jugar al tenis con alguien, ¡déjala que juegue! Yo no creo que hacer el amor tenga más importancia que jugar al tenis; en realidad, el tenis es mucho más limpio.

Tú dices: “Yo no espero nada de él”. Hasta en tu falta de expectación se ocultan expectaciones no expresadas, y son más sutiles y más vinculantes. Sencillamente, hay que aceptar un hecho muy sencillo: tu compañero es un desconocido, el hecho de que estéis juntos no es más que pura casualidad y uno nunca espera nada de los desconocidos.

Ama tanto como puedas. No pienses nunca en el momento siguiente y, si tu amante se va a otro lugar, tú también eres libre. No te engañes, ¿hay alguna mujer que pueda decir que mientras está enamorada de una persona, jamás se siente atraída por otras personas? Quizá sea un deseo reprimido, quizá no permita que salga nunca a la superficie, pero es imposible que no se sienta atraída, porque hay muchas personas guapas alrededor. Tú has escogido a un desconocido entre otros muchos desconocidos.

Haz que la libertad sea un valor más importante que el propio amor. Sí puedes conseguirlo –y podrás, porque es algo natural– tu vida no será infeliz. Vivirás una emoción continua, una exploración continua de nuevos seres humanos. Todos somos extraños, no hay nadie que sea un marido, no hay nadie que sea una esposa. Un simple funcionario no puede haceros marido y mujer por el mero hecho de estampar su sello en un papel. Y una vez que ese hombre ha puesto el sello, si queréis separaros tendréis que acudir a otro estúpido –a un estúpido mayor– y esperar durante meses o durante años a que os separen. ¡Es extraño! Es una cuestión privada, no es asunto de ningún funcionario, de ningún juez, ¿por qué dejas continuamente tu libertad en manos de otras personas?

Tú dices: “Mis amigos me dicen que estoy siempre tan disponible, que él da por hecho que estaré siempre ahí y que por tanto pierdo mi amor propio”. Tus amigos no entienden nada y además no son tus amigos porque el consejo que te dan es propio de enemigos. Uno debería estar completamente disponible. Tus amigos te están diciendo que cuando tu novio quiera hacer el amor contigo, le digas alguna vez que te duele la cabeza, otro día dirás que estás cansada, al tercer día que no te apetece. Quieres que esté constantemente a tu alrededor. “No le dejes mucha cuerda”, solo un poco de cuerda y un bonito cencerro alrededor del cuello en el que ponga tu nombre y en el que diga: “Cuidado, propiedad privada”.

¿Qué es lo que quieres decir con “disponibilidad”? Tú debes estar disponible para la persona que amas y si de vez en cuando le apetece cambiar, disfruta y deja que se marche con alegría. Eso te proporcionará amor propio y dignidad.

Una mujer divorciada, frustrada tras su matrimonio, puso un anuncio en el periódico en el que decía: “Busco un marido que no me pegue, que no me engañe y que sea un amante fantástico”.

Al cabo de una semana, oye el timbre de su casa. Abre la puerta, pero no ve a nadie, así que vuelve a cerrarla. Cuando se dispone a dar la vuelta, vuelve a sonar el timbre. Al abrir otra vez la puerta, no ve a nadie, pero por casualidad mira hacia abajo y ve que en el felpudo hay un hombre sin brazos y sin piernas.

“Vengo por el anuncio”, dice el hombre.

La mujer no sabía qué decir ni qué hacer. Así que el hombre añade: “Como podrás observar yo no puedo pegarte y es imposible que te engañe”.

Ella contesta: “Sí, ya veo, pero el anuncio también decía que yo quería un “amante fantástico”.

El hombre sonríe pícaramente y dice: “Bueno, he conseguido llamar al timbre, ¿no?”.

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