4 diciembre 2023

Socioanálisis

Pensando y recorriendo la vida cotidiana

Alegría de leer

Y ese recuerdo de la letra de una canción del compositor español Manuel Alejandro, en la versión cantada por Libertad Lamarque y, esa forma musical de regresar a un pasado de vida sencilla, en un barrio con circulares y carreras, pues así se les llamaba a las calles de San Joaquín y de Laureles, con tiendas en las esquinas, sastrerías y zapaterías en la mitad de las cuadras, panaderías en los garajes, árboles en los separadores de las vías, pocos carros particulares, personas caminando por todas partes, hacia arriba y hacia abajo de la carrera setenta, buses cubriendo las rutas para llegar al centro de la ciudad, en un recorrido que no tardaba más de veinte minutos.

Y ese agradecimiento por haberle dado la vida, por llevarlo al colegio, por arreglarle todos los días la media mañana, leche en envase de vidrio, un litrico de un cuarto, cubierto con protector de cuero, más dos bocadillos veleños y, en el algo para la tarde, una botella de plástico llena de Kolcana y unos pesos para comprar mojicones de La sultana, los que algunas veces eran cambiados por minisigui, cofio o boli de bolsita plástica, marca Vikingos, un agua azucarada de colores que curiosamente satisfacía los gustos de todos los estudiantes de primaria.

Y por haberlo protegido, por haberlo defendido, por pasar horas, días, semanas y años dedicados al cuidado de su niño, al que nada malo le podría pasar.

 “Esa mujercita que ves con el pelo blanco, esa mujercita que ves vestida de negro, esa es la mujer que más quiero y más quiero porque yo una vez fui dolor de su carne. Esa mujercita que ves con los labios secos, esa mujercita que ves con los ojos tristes, esa es la mujer que más quiero y más quiero porque yo he vivido mezclado en su sangre. Ella me invitó a beber de su pecho, ella me enseñó la primera palabra, ella me enseñó a caminar por el suelo y a que fuera feliz en mi infancia. Ella me regaló el primer tren de nácar y me protegía del hambre y del frio y me dibujaba castillos y hadas y arboles muy grandes al lado de un rio. Me enseñó a rezar con palabras sencillas, me indicó el camino que lleva a la gloria y lo malo y bueno que existe en la vida, para que jamás me abrazaran las sombras. Me enseñó a pensar con los pies en la tierra, me explicó el porqué del amor y la ira y porque en el cielo se ven las estrellas y porque en la tierra los hombres envidian. Esa es la mujer que más quiero y más quiero, porque yo una vez fui dolor de su carne.”

Y ese recuerdo ubicado allí, en su memoria lejana, en el compartimento de la infancia:

Ali había tomado las riendas de la administración del hogar paterno, sin haberlo pensado, sin haberlo esperado. Su padre había enviudado relativamente joven, su deber le decía que había que trasladarse a la casa principal, llevando consigo a su propia familia. Era un cambio radical, pero ella lo asumió con determinación, porque con los destinos de la vida no se pelea, recordaba que le insistía su madre. El carácter, el temple y las decisiones firmes, le venían de su padre, a quien le había aprendido a decir no, porque la persona que le dice sí a todo, siempre tendrá a los demás encima, imponiéndole sus cosas, sin estar uno de acuerdo. Ali fue ganando nombre entre los miembros de la familia, sus hermanos, sus sobrinos y cuñadas, de mujer templada, no una mujer recia o autoritaria, pero si una a la que no se le podía pasar por encima, las cosas son como son y no de otra manera las tratamos.

Una cara de la moneda de su vida, hablaba de su temperamento, de sus nuevas funciones al mando de la casa de su padre, la otra cara, al darle vuelta, hablaba de su vida como madre y como esposa, de sus sentimientos algunas veces confundidos entre ser la señora de la casa y otras veces dedicarse a las labores de la crianza, a las responsabilidades con su familia.

  • ¿Niño, ya hiciste la tarea? El profesor Mauricio me dijo que ibas bien, pero que debes dedicarles más tiempo a las sumas con números distintos, las primeras sumas son muy fáciles: 1+1+1, ahora vienen las sumas de 1+3 +7 ¿si ves que se hacen con números distintos?
  • Sí mamá, ya la hice, he utilizado las columnas para los números iguales, y la línea a la derecha para los números diferentes.
  • Muéstrame.
    Niño era muy ordenado y, al presentarle la tarea a su madre, no dejaba ninguna duda en que las cosas iban bien en aritmética, a la semana siguiente ya estarían con la resta.
    1 +
    1 + = 3 1+3+7 = 11
    1 +
    Las tareas que ya se acumulaban en el cuaderno, antes de las sumas, eran las de las planas con todos los números del 1 hasta el 10, el mismo número escrito repetidas veces y, las de todos los números del 1 hasta el 100, hasta completar la página, luego vendrían las nociones sobre las medidas : – las medidas sirven para conocer el largo, el ancho y el alto de las cosas – un metro, y se hacia el dibujo del metro sobre la hoja de papel, una yarda, y se hacia el dibujo de la yarda en la hoja de papel, una vara, y se hacia el dibujo de la vara en la hoja de papel y así seguía el ejercicio con la cuarta y la pulgada. En las clases subsiguientes se enseñaban las medidas de peso, – que son las que nos sirven para conocer el peso de las cosas y, ellas son: – el kilo, la libra, dos libras me forman un kilo y, se dibujaban dos bolsitas que mostraban que cada libra era lo mismo que 500 gramos, una libra + otra libra, igual a un kilo y, se dibujaba una sola bolsita, pero más grande.
  • Ahora vamos a dibujar las monedas decía con voz fuerte el profesor Mauricio. ¿Niño si trajo las monedas que le pedí? Sí profesor, la de 20 y la de 50, pero me faltó la de 100
    porque mi papá no la tenía en el monedero. – ¿Pero Ud. se las pidió prestadas y, le dijo que eran para una tarea?
  • Claro profesor, él después me las regala, me falta la de 100.
  • Bueno, ahora hablamos de eso. Muchachos, lo de las monedas es muy fácil, así que vamos a empezar desde mañana, con la resta. La clase de hoy se termina aquí.

A la clase siguiente, en el mismo día, los estudiantes cambiaban de profesor y de materia, aparecía entonces el profesor William, quien además de conectarse fácilmente con sus estudiantes, les decía sin que sonara a regaño: Hay que aprender a leer, yo sé que todos lo van a hacer muy bien, me hacen el favor de sacar el libro y lo ponen encima de los pupitres.
Los pupitres eran de madera fina, con tapas partidas a la mitad, puestos con espacio para dos personas y, sobre la superficie, con una leve inclinación hacia adelante, relucían las cartillas nuevas de la “Alegría de Leer” de Evangelista Quintana, Libro primero, de la Editorial Voluntad.

  • Muchachos préstenme atención: este libro es para nosotros utilizarlo aquí en el colegio, pero yo se los voy a dejar llevar para las casas, porque vamos a integrar a todas las mamas en las clases de lectura, cada tarea que yo les ponga, ustedes la van a cumplir en compañía de sus madres. Empezaremos con la i.
  • ¿Y porque no con la a, profesor? preguntaba Augusto, el más preguntón del grupo y seguramente también, el que más rápido aprendía.
  • Pues porque así está en el libro y no me volvas a joder con esas preguntas tan corchadoras y todos se reían, hasta Augusto.
    En la i, el libro decía: Enséñese a los niños la figura que acompaña a cada vocal. Esta era para la i, la de un indio piel roja con penacho emplumado. Después estaba la u, acompañada de una figura que mostraba una uña larga en la parte superior de un dedo, la tercera vocal era la o, con una figura bien dibujada de un ojo, la cuarta era la a y, aparecía un ala, también bien dibujada y, por último, estaba la e, con su figura correspondiente de un eje, dos ruedas unidas por un eje.
    Había que realizar un ejercicio que consistía en escribir las vocales unidas entre sí, limitadas por arriba y por abajo con dos líneas, después, palabras que contuviesen a las vocales : lila, lola, lalo, lulo, elí, alelí; más adelante venían otros ejercicios que unían dos palabras, o más : una nena, un nene, elena no une lino ni lana, ana le lee a olano, lola no baila ni bebe, elena tapa la tina, el pato no tiene pelo, la pava tiene una pavita.
  • ¡Mamá, mamá! ya empezamos las clases de lectura con Don William, él nos dijo que teníamos que estudiar juntos, nosotros y las mamas, en este libro; ya tenemos una tarea.
    Ali miró el libro, le dijo que le parecía muy buena idea la de Don William de poner a leer a las mamas con sus hijos. Vamos, a empezar, dijo: la primera vocal es la a, debes grabarte una palabra que empiece por la a, y esa palabra memorizarla para que nunca la olvides, esa palabra es amor.
  • No mama, la primera vocal no es la a, es la i.
  • ¿La i? ¿pero cómo va a ser la i? la primera vocal es la a.
  • Pues está equivocada mamá, miremos el libro.
    Al abrir el libro, observaron que efectivamente la primera vocal era la i. Ali quedó muy contrariada, pues ella estaba segura que la primera vocal era la a, pero de inmediato
    cambio de semblante y dijo: bueno, a mí me enseñaron que era la a.
    Entonces vamos a buscar una palabra que empiece por i, para que nunca la olvides. Después de pensar un rato, dijo: ignorancia
    ¿Niño tú sabes lo que es ignorancia?
  • No, explícame mamá. – Si, te voy a explicar, pero cuando tengamos las vocales completas y cuando Don William nos aclare algunas cosas.
    Siguieron con el orden de las vocales en el libro, Don William le había dicho a Augusto que las vocales se estudiaban en ese orden, como estaban en el libro, no se trataba de que Niño no le creyera a su mama, sino que así estaban en el libro.
  • La u, mama, sigue la u.
  • ¿La u de segunda? pero que libro tan raro. Vamos a ver, la u, la u, ¿una palabra que empiece por u? Unidad. ¿Con cuál vocal continua el libro?
  • La o.
  • ¿Una palabra que empiece por o? Original.
    Niño estaba mirando el libro y sabía que seguía la a, mamá es la a.
  • Bueno esa ya te la dije, es amor.
  • La última es la e, dijo niño.
  • ¿La e de ultima? Ese libro me vuelve a confundir, la e, la e, enseñanza.
    Ali armó el crucigrama en su mente y pensó para sí: Si la enseñanza es original, debe incluir la unidad y el amor, para acabar con la ignorancia. No le sonó nada mal, aunque tendría que revisarla y corregirla, además porque las palabras no estaban en el orden que decía el libro.
  • Mamá, mamá, tu dijiste que me ibas a explicar las palabras.
  • Si, si lo haré, pero después que Don William nos diga que piensa de la tarea que hicimos y no olvides de decirle, que por favor.
    Niño levantó la mano en el salón, en la clase de lectura y dijo: Don William, que mi mamá le manda a decir que por favor nos explique estas palabras, pues todas empiezan por las vocales que vimos en la clase pasada y que también le diga, que nosotros estuvimos haciendo la tarea: ignorancia, unidad, original, amor y enseñanza.
  • ¿Eso dijo tu mamá?
  • Si, que por favor nos explique.
  • Bueno pero será en otra clase, porque la clase de hoy es muy importante y, ya está programada y registrada en el cuaderno de las clases que debo cumplir, hoy vamos
    a ver la unión de las vocales con las consonantes.
    Don William aplazó los ejercicios que deberían hacer con las mamás y no se atrevió a poner tareas durante un largo periodo de tiempo.

Ali si continuó con su proceso de enseñanza, bastante funcional: ella revisaba las notas de niño en el cuaderno, a través de ellas se enteraba de cuáles eran los contenidos que estaban estudiando, para después adaptar, “La alegría de leer” a su leal saber y entender, era una “Alegría de leer” hecha en casa.
A mi hijo yo le puedo ayudar en las tareas de lectura, pero a mi modo, que tal la tarea que me impuse, solo con la primera parte ya estoy fuera de base: Si la enseñanza es original . . .
Don William por su parte pensaba que la mamá de niño le estaba poniendo las tareas a él, que tal con la que había salido: ignorancia, unidad, original, amor y enseñanza. Hasta daría para un juego de palabras, pensó: la unidad y la enseñanza, derrotan a la ignorancia, pero se me quedaron por fuera, original y amor ¡Nada! Y eso es un problema, porque: ¿cuál unidad? ¿la unidad de quiénes? Tendré que hablar con esa señora cuando hagamos la reunión de padres de familia para la entrega de notas.
La entrega de notas era una reunión bimensual que se anunciaba en los cuadernos de cada estudiante con una semana de anticipación y se enviaba por escrito para que los padres la firmaran, aceptando con la rúbrica, el asistir al colegio el día programado.
Ali iba tranquila con sus cinco palabras, cada una de ellas empezando con las vocales que estaban en el libro y don William se sentía un poco nervioso, porque aún le faltaban, original y amor.
El encuentro fue muy cordial, don William no mencionó absolutamente nada acerca de las palabras y Ali solamente se refirió a las planas con números y letras, que según las calificaciones estaban bien realizadas, quiso confirmar lo que a su hijo le habían dicho sobre comprar un encabador, tinta china norma y un cuaderno cuadriculado para empezar a hacer caligrafía. De la que me salvé, pensó don William.
De regreso a la casa, tomando el silencio de don William como una autorización, continuó con su sencillo método de enseñanza, el que tal vez le permitiría a su niño, aprender orientaciones importantes para la vida:

¡Niño!: con la a.

  • Amor, mama.
  • Con al e.
  • Enseñanza, mama
  • Con la i.
  • Ignorancia, mama
  • Con la o.
  • Original, mama.
  • Con la u.
  • Unidad, mama.

Transcurridos dos meses desde la primera reunión, los padres de familia volvieron a encontrarse con don William para el informe oficial y la entrega de notas; al llegar el turno para atender a Ali, el profesor se levantó de la silla y la saludó de mano, preguntándole como iban las cosas.

  • ¿Cómo marcha todo, doña Ali?
  • Bien profesor, creo que todo marcha bien.
  • ¿Y usted, cual carrera profesional estudió?
  • ¿Carrera profesional? No, ninguna, yo solo terminé el bachillerato comercial en La presentación de la América, la vida me impuso otras obligaciones.
  • Ah, ya veo.
  • Bueno, sentémonos para que podamos hablar sobre el informe.

Ali era de pueblo, los hermanos y hermanas se habían venido a la ciudad; de espíritu rebelde, contestona como decía su madre, no tragaba entero. En el colegio de monjas que le habían conseguido para continuar sus estudios, estando ya en Medellín, fue una de las primeras que se volaron una tarde para asistir a una presentación de la cantante Matilde Diaz en el Hotel Nutibara, lugar en el que también se bailaba al son de la orquesta de Lucho Bermúdez. Como el espectáculo era costoso, ellas oían lo que podían desde la acera y, como una volada era una volada en materia de disciplina, rápidamente estaba reseñada como una niña “pone problemas” que incumplía el reglamento. ¡Se lo diremos a su papa! dijeron las monjas, ese cuentecito que se inventó tendrá que cambiarlo, porque le diremos que Ud. también dijo mentiras, que no era cierto que se habían quedado en el colegio haciendo una tarea. Es decir, dos faltas graves, se voló y dijo mentiras.

¿Y todo ese escándalo por ir a escuchar a una cantante, desde la acera? No estábamos haciendo nada malo, solo queríamos oír música tropical, Ud. sabe que yo ni bailo.

  • Por eso no, dijo en tono alto, muy alterado, su padre, sino por haberse volado del colegio y decir mentiras, Ud. me ha hecho quedar muy mal ante las monjas, ellas me dicen que le apriete la rienda, queda castigada durante todo un mes, no puede salir ni a la puerta para recibir los domicilios.
  • ¡Que me apriete la rienda! ¿eso dijeron esas tusas? ¿que pueden saber de la vida esas beatas, que nunca han salido a la calle?
  • ¿Que está diciendo señorita?
  • No, nada, y sepa que también soy capaz de quedarme sin salir, no uno, sino dos meses.
    Dos meses fueron. Ese era el temperamento de Ali, una mujer de carácter.
  • Niño vamos a empezar a considerar las consonantes ¿Cuáles son las consonantes?
  • Son muchas, mamá, esas no son tan fáciles como las vocales.
  • Sí es verdad, pero las podemos estudiar en grupitos de a cinco, como las vocales, las
    primeras serian b, c, d, f, j, ahí me salté una muy maluca que es la ch, son dos consonantes juntas, pero después volveremos a verla. Dime una palabra que empiece por b.
  • Balón mamá, me está gustando el futbol.
  • ¿Y otra, que empiece por c?
  • Cariño.
  • Esa me gusta. ¿A ver, una por d?
  • Dificultad.
  • Esa también me gusta.
  • ¿Y por f? Yo te voy a ayudar con esa, falsedad.
  • ¿Por j? ya la había pensado antes y, también te ayudo, justicia. Muy bien, que bien, aplauso para niño.

Luego pasaron a considerar el abecedario, Ali tenía su táctica, la misma que aplicaba para el aprendizaje de los números y las tablas de multiplicar, había que hacerlo por grupos. Ella sabía que la única manera de aprenderse el abecedario, era memorizándolo, pero pensaba que si de entrada se le decía a un estudiante el tener que memorizar todas las letras del abecedario, probablemente le daría mareo. Entonces era mejor hacerlo por grupitos, tal vez de a cinco, me suena que sea de a cinco.
En las clases en el colegio, el asunto tenía que ver ahora con la unión de las vocales y las consonantes, pero eso ya estaba adelantado con la inclusión de las palabras que Ali le enseñaba a niño. En una sola palabra estaban unidas; las frases del libro eran interesantes, pero no invitaban a que los estudiantes aprendieran ciertos significados. Las del libro decían: el gallo canta, la gallina cacarea y el pollito pía, o esta otra, que algo de ternura despertaba en Ali, pues venia acompañada de un dibujo, madre e hijo: el niño da una rosa a su mama y, una más, ese hermoso gato es de Olga. Las de niño, inducidas por Ali, llamaban a un reto: deberían tener incluidas las palabras balón, cariño, dificultad, falsedad y esa última, tan comprometedora, justicia.
El primer año de primaria terminó con un acto académico público, en el que todos los padres de familia deberían hacerse presentes durante una mañana completa y los estudiantes, uno por uno, pasaban al tablero a responder preguntas de los profesores. Era algo tensionante por ser la primera vez que los alumnos quedaban expuestos ante sus propios padres, ante los padres de los otros estudiantes y ante los profesores de todas las materias.
Augusto pasó de una, felicitaciones para Augusto. Los estudiantes estaban listados por orden numérico y niño tenía el 11, quedaba como en la mitad de la lista, con susto, pero confiado, oyó que lo llamaron por su número, y él se desplazó hasta el tablero. A un lado, de costado, estaban varios profesores en escritorios pequeños, se encontraban allí el de
Aritmética y Sociales, el de Religión y Naturales, y don Fabio, el director de la primaria.
En la parte de atrás del salón, a espaldas de todos los padres, sin que pudiera ser visto por los otros profesores, estaba don William, el profesor de lectura y escritura. Varias fueron las preguntas que niño respondió sin saber muy bien si las respuestas eran las correctas.
Al llegar a las preguntas de lectura y escritura, quien le hizo las preguntas fue don Mauricio y esto lo asustó ¿Porque no don William?
Porque don William, situado estratégicamente detrás de los presentes, pero a la vista de niño, había decidido que le tenía que ayudar, solo en el caso de que él lo necesitara.
Niño se sentía seguro y en una pregunta relativamente fácil, dudó, pero atrás estaba don William, haciendo mímica sin que nadie lo notara, moviendo su cuerpo y sus manos, alzando las cejas, queriendo con su intención, que le hicieran las preguntas a él.

El segundo año de primaria empezó con un regalo, Ali le había comprado a niño un maletín de cuero con correas y hebillas en la parte delantera, con las letras A, B, C, en relieve de trabajo repujado, acompañadas de las caras de Bugs Bunny, Porky y el Pato Donald, abajo una pequeña entrada cosida sobre el cuero, en la que todos los estudiantes ponían su nombre en señal de identificación, se cubría con un plástico duro. El maletín que parecía responder a una campaña de Walt Disney, se popularizó en su uso, a niño le sirvió de contenedor de sus cosas personales, lápices, colores, borradores, tinta china, encabador, cuadernos rayados y cuadriculados, compas, regla, los libros que les dejaban llevar a la casa, algo así como un almacén en miniatura, todo provisto desde la procuraduría institucional, la cual cada año se llenaba de compradores, los estudiantes escogiendo y los padres pagando.
Durante todo el año, los avances fueron significativos. El libro segundo de la “Alegría de leer” tenía el propósito de que los estudiantes leyeran de “corrido”, sin las pausas que toda persona realiza al leer textos sin haber ejercitado sus habilidades. Los temas del segundo libro habían cambiado, ahora se trataba de estudiar la vida de la aldea, del barrio o de la ciudad y, se daba por cumplido que ya se sabían las cosas relacionadas con la vida de la familia, tanto como de la escuela.
El mundo se iba abriendo, llegaban a la mente y al razonamiento, imágenes y textos diferentes, niño y todos sus compañeros se introducían en el aprendizaje de frases cortas y más largas, basadas en un cuento de Rafael Pombo: Cutufato y su gato, todo en imágenes, en las que un niño encaramado en la rama de un árbol sostenía a un gato negro de tamaño normal, luego en otra imagen, el niño dormía y soñaba con un enorme gato negro que estaba en su habitación, para seguir con otra imagen en la que el gato encaramado en la rama, sostenía al niño, terminando en una última imagen con el niño despertando, una pesadilla. La presentación del libro segundo hablaba de la necesidad de pasar a considerar las historias, las fabulas, los ejercicios de dibujo y el inicio de la lectura silenciosa. Este último punto, le parecía a niño el gran acontecimiento, poder leer a solas.

  • Mamá, ya estamos intentando leer sin hacer pausas.
  • Me parece muy bien, tienes que decirle a don William que busque la manera de indicarnos como lo podemos ayudar.
  • Pero es que don William ya no es el profesor de Lectura y Escritura, en el colegio van
    cambiando a los profesores de materias, ahora es don Mauricio.
  • ¿Y don William?
  • Don William este año es el profesor de aritmética.
  • Bueno, entonces nos entenderemos con don Mauricio. Tu ya sabes unir las palabras y también diferenciar cuales son las vocales y las consonantes. Vamos a hacer ejercicios con el mayor número posible de palabras, las que empiecen por vocal y las que empiecen por consonantes y las vamos a escribir en un cuaderno que no sea el del colegio. Allí, con cada palabra, vamos a escribir una frase que tenga relación con esa palabra ¿Me entiendes?
  • Si mamá, entiendo.
  • Vamos a ver: escribe una frase que contenga la palabra balón.
  • Me gustaría tener un balón.
  • Y otra frase que contenga la palabra cariño.
  • El cariño es importante en la vida de la familia.
  • Recuérdame otra palabra de las que dejamos escritas cuando vimos las consonantes.
  • Justicia. La justicia es muy importante en la vida de un país.
  • ¡Qué bien! Ahora mi niño, ya estamos listos para empezar a usar el diccionario.
  • Ese todavía no lo hemos visto en el colegio.
  • No importa, yo te voy a conseguir uno y miraremos muchas palabras y su significado, eso es muy importante para poder tener un buen vocabulario.

Don William le había informado a don Mauricio que estuviese alerta con una señora de nombre Ali, porque enviaba unos mensajes de esos que lo ponen a pensar a uno.
Ali consiguió el diccionario cuando niño estaba iniciando el tercer año de primaria, tenía sus dudas respecto a que pudiera estar forzando el proceso, las mismas que fueron disipadas cuando el hijo le dijo: mama ya he buscado el significado de todas las palabras que hemos anotado, las que empiezan por vocal y las que empiezan por consonante. Una de las primeras que vimos es la que más me gusta.

¿Y cuál es?

  • Amor, mamá. El diccionario tiene muchas definiciones del amor, y varias no las entiendo, pero tú me has dicho que es muy importante lo que uno piense sobre lo que se diga de las cosas, yo creo que el amor es lo que sentimos por las personas que más queremos.
  • ¿Me podrías repetir?
  • El amor es lo que sentimos por las personas que más queremos.
  • ¿Y eso está así en el diccionario?
  • No mamá, el diccionario dice algo que yo no entiendo: – Afecto por el cual el ánimo busca el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo –
  • Es que eso escrito así, no lo entiende nadie

El cuarto año de la primaria, fue el año decisivo para niño. “Alegría de leer” mostraba su último objetivo: Colombia. El año inmediatamente anterior, Evangelista Quintana se lo había dedicado a los municipios y a los departamentos, el colegio también se lo había dedicado a los municipios y a los departamentos y, Ali se lo había dedicado a su propia cartilla, una que no tenía edición, la cartilla de la vida.
Niño por su parte, tomó vuelo desde los primeros meses del año.

  • Mamá te voy a proponer algo.
  • ¿De qué se trata, dime?
  • Te cambio la mitad de la ración que uds me dan cada semana, por el dinero para comprar revistas. A mí me está gustando mucho, mucho, leer revistas.
  • Eso lo tienes que conversar con tu papa, él es quien te da el dinero.

Cuando niño estaba haciendo la propuesta, su mente, sus gustos, sus inclinaciones, sus expectativas, sus sueños, ya estaban comprometidos. Ya había comprado algunas historietas y las tenía guardadas debajo del colchón, sin que se las hubiesen descubierto, o eso creía él, porque su madre las había visto todas. Fue así como empezó la colección, de su “Alegría de leer”, la propia; ya no guardaba las revistas debajo del colchón, ahora estaban en el closet, a la vista de todo el mundo. Primero estaban las historietas de Mawa , la diosa de la selva en el Brasil, acompañada siempre por dos jaguares, mujer que se enfrentaba a todo tipo de peligros y no le daba miedo de nada, después las del Espía 13, John Stell, un agente secreto de nacionalidad inglesa, quizás el precursor de James Bond; Stell siempre se movía entre las líneas enemigas, las de los alemanes, más arriba de un pequeño cerro que iba creciendo, estaban las del Santo, el enmascarado de Plata, un luchador mexicano de los primeros héroes populares de carne y hueso, existía en la vida real, y encima de esas, las de La leyenda del Zorro, Don Diego de la Vega quien vivía en los Ángeles cuando California era de México y por último, las del Fantasma, el duende que camina, con actividades en Bangalla, África, con amigos tan populares como diablo su perro lobo y héroe, un caballo blanco más entendido que el palomo de Bolívar.
Hasta aquí “La Alegría de leer” de Evangelista Quintana, hasta aquí don Mauricio, quien ya había sido cambiado por otro profesor desde el año tercero, hasta aquí las tareas ceñidas a la cartilla, hasta aquí las lecturas obligadas del colegio, hasta aquí el estudiante aplicado al que le estaba haciendo falta algo de fantasía, de aventuras, de mundos externos. Niño conoció a otros estudiantes como él, de otros colegios, a los que les gustaba leer historietas. El sitio de encuentro era la zapatería de Mario en la circular quinta, allí con olor a pegante y almanaques de mujeres con poca ropa, dos veces por semana o al menos una vez sin falta, se reunían los infantes a intercambiar revistas, un absoluto placer. Esta no la tengo yo, y vos no tenés esta, prestáme aquella, pero eso sí, ésta me la devolves, y ésta otra no te la cambio.
Y ahí sí, a través del intercambio y de su propia colección de historietas, niño se fugó mentalmente, se fue detrás de las aventuras, se desvió de la ruta que lo conectaba con el colegio, ahora ya sabía que existían otras realidades, aunque la mayoría de ellas fuesen inventadas, ya sabía que el mundo iba más allá que el de Evangelista Quintana, pues en ese momento ya aparecían historias diferentes, un amigo le prestaba revistas nuevas, las de Batman y Robin en la ciudad gótica y las de La leyenda de Tarzán, con Jane, en las selvas de África. Muchas de las historietas eran seriadas y por supuesto no había dinero para comprar todos los ejemplares, teniendo que seguirle la pista a algunas de ellas que salían publicadas en el dominical del periódico impreso de la ciudad. No salían todas, pero si algunas, las del Fantasma, las de Tarzán y las de Batman no fallaban, siempre estaban ahí los domingos por la mañana; fue así como niño, recorriendo caminos transversales, mostrando sus preferencias, ambientando sus aventuras, trasladándose a otros países y a otros continentes, llegó al quinto año de la primaria, convertido en lector del periódico de su ciudad, de lo que entendía, y si no entendía pues para eso estaba el diccionario y, si aún le quedaban dudas como las de la palabra amor, entonces acudía a su otra Alegría de leer, no a la del colegio, sino a la de Ali.
Y ese recuerdo de un intercambio de palabras con Ali, en una conversación cualquiera, cuando ya iba solo al colegio, cuando ya jugaba futbol y le habían regalado un balón, cuando ya era capaz de
decir lo que le gustaba y lo que no le gustaba, el cariño sí, la ignorancia no, cuando se encontraba con amigos de la cuadra para jugar a las escondidas, uno, dos, tres y el que esté detrás de mí no vale, porque eso no es justo, ese recuerdo imborrable de su madre al decirle, niño, quieres que revisemos las palabras del cuaderno, creo que tengo una para agregar. Ese recuerdo de la pregunta: ¿Cuál de todas las palabras es la que más te ha gustado, en estos primeros años? Amor, mamá, es la que más me sigue gustando. Bueno eso está muy bien, pero me gustaría que consideráramos otra, ahora que ya estas próximo a terminar la primaria y vas a empezar el bachillerato ¿Y cuál es mama? La nueva palabra empieza por d, es dignidad. ¿Entonces borramos la que teníamos, dificultad? No, no la debemos borrar, dejemos las tres: amor, dificultad y dignidad.
Y ese último recuerdo, forzando a la memoria para que fuese más atrás en el tiempo, con esperanza de retrotraerse lo más cerca posible a los primeros años , con la idea de que si no fuese a través de la memoria, entonces que acudiera en su ayuda un sueño de juventud, con memoria fragmentada, en el que se le revelara la imagen de una pequeña libreta con hojas de cartulina negra, con tapas de cartón a colores, amarrada con cinta verde, con un pequeño recorte de la figura de un arlequín en la parte frontal, con trabajos de origami pegados con goma arábiga, en el Kínder del año 1.960, en el Colegio La inmaculada, un año antes de su ingreso a la preparatoria de la Universidad Bolivariana, antes de don William y de don Mauricio, antes de sentarse a aprender lectura y escritura, a punta de garabatos y de buenas intenciones, haciendo trabajos manuales, dibujando en un papel una casa cuya arquitectura era muy simple : cuatro líneas formando un cuadrado y, en unión con ellas, otras dos líneas inclinadas que hacían triangulo con la línea horizontal superior, más una puerta con tres líneas dentro del cuadrado y arriba un bombillo que colgaba de un cable, sin ninguna palabra escrita, pues aún no sabía leer ni escribir, dibujada para que todo el que la mirara supiera que era una casa, aunque no todos tuvieran la dicha de saber que en su interior, estaba Ali.

Desde Medellín en Colombia

Gustavo Adolfo Molina Peláez

Autor